jueves, 29 de septiembre de 2005

Anti hoy

Hoy no me siento bien. Hoy siento pocos ánimos. Hoy no quiero que sea hoy.

¿Qué día es hoy? Cualquier día en la lucha desesperada por salir de la catástrofe. Ya no floto entre los escombros, pero la reconstrucción todavía no toma forma ni sentido. Me preocupo, pero al parecer, no me ocupo lo suficiente. ¿Cuánto es suficiente? ¿Cuántos asuntos paralelos podría resolver sin perder la cordura y sobre todo logrando cabalmente solucionarlos?

Hoy me niego a ir al dentista, me rehuso a tomar hormonas, no quiero visitar al nutriólogo, al psicólogo o a cualquiero otro especialista. Me niego a ir a otra entrevista de trabajo, me niego a ponerme a prueba, me niego a ser políticamente correcta.

Quizá hoy tengo miedo de mañana.

martes, 20 de septiembre de 2005

No le encuentro gusto a despertar

Me gusta estar despierta. Me fascina dormir. No me gusta despertar.

Ese último minuto en que transcurro del sueño a la vigilia me provoca serios conflictos. Siempre he afirmado que me cuesta mucho trabajo despertar temprano, pero es mentira: me cuesta despertar en cualquier momento del día. Prefiero seguir durmiendo, como decía Emmanuel.

Hoy pensando en eso, llegué a la siguiente conclusión. Si mi madre siempre se ha despertado de malas, entonces despertar siempre ha sido un tormento para la familia. Si cada mañana había un pleito, ¿quién querría despertar?

Mi familia siempre ha dicho que soy ave nocturna y parece que me la creí. En efecto, mi lucidez se incrementa proporcionalmente al ocultamiento del sol. Me gusta la noche, me gusta desvelarme. Pero ¿en qué medida no son más que hábitos sin ninguna relación con mi supuesta esencia, si es que hay tal? A final de cuentas, nuestra personalidad está conformada por un cúmulo de experiencias que la moldean. Así pues, puede ser que yo no fuera noctámbula sino que fuera habituándome a vivir de noche por algunas circunstancias. Luego a fuerza de repetición me creí el cuento.

Salir de las costumbres y abandonar los viejos hábitos parece una tarea más que épica, casi imposible. Una vida entera haciendo las mismas cosas, queriendo a las mismas personas, relacionándome del mismo modo, durmiendo y despertando en la misma posición. El cambio de paradigma implica hoy desapegarme de las costumbres añejas y dar paso a nuevas actividades.

Probablemente tengo que desacostumbrarme a sufrir. Por que claro que es una costumbre y se ha convertido en una forma de vivir, de asumir el mundo, de afrontar la existencia. ¿Cómo le aclaro a mis neuronas que era simplemente una conducta aprendida, pero prescindible?

Hoy puedo despertar a un día luminoso sin gritos ni enojos. El día ilumina mi ventana sin cortinas y puedo respirar libre. Lo que sucederá después es completamente mi elección, sin imposiciones, sin reclamos, sin órdenes. Hoy despertar puede ser lo mejor que me suceda y la certeza de que todo en adelante es posible. Despertar, abrir los ojos, mirar la luz, sentir calor, respirar profundo, vislumbrar futuros, concentrarme en la sensación de estar viva un día más.

Hoy quiero que despertar sepa a mole poblano, a cielo abierto, a sonrisa sincera. Hoy quiero que abrir los ojos me recuerde las palabras de mis amigos, las abrazos de la familia que me resta, las notas de la música que disfruto, la emoción loca de un beso, el sabor del vino tinto.

Hoy quiero despertar después de un letargo de más de veinte años. Hoy quiero salir de la noche oscura de la tristeza y el dolor para mirar como sale el sol de la alegría y la paz.

Despertar... ¡DESPERTAR!

¿Viva México?

El 15 de septiembre es el día para festejar nuestra independencia. Me detengo dos segundos en la calle de Madero a dos cuadras del zócalo y me percato de que no hay motivo para festejar. Los mexicanos y mexicanas de diversas edades encuentran el motivo perfecto para probar que nuestra idiosincracia se sustenta en chingar al otro. ¿Cómo diablos pretendemos salir adelante como nación si el deporte nacional es chingar? ¿Cómo pretendemos crecer si somos una desbandada de adolescentes sin el menor respeto por el otro?

¿Suena radical? Lo es, pero así es la mentalidad de nuestro pueblo. Entiendo que no podemos ser primer mundistas, entiendo que no somos ni mínimamente europeos, pero me desespera que seamos tan abiertamente cavernícolas.

Me explico mejor. Se me ocurrió la muy estúpida idea de meterme al zócalo de la Ciudad de México en 15 de septiembre. Poco preparada para la barbarie, me sorprendí en medio de una guerra de espuma. El conflicto no es que algunos se diviertan rociando espuma a otros, el problema no es que algunos entiendan ese juego como divertido. Es probable que lo sea, lo admito. Lo que me parece terrible es que no haya el menor respeto por aquel que no entra en el juego.

Más de una vez descubrí el fuego maligno en los ojos de los asistentes que creían sumamente chistoso rociar espuma a niños, familias, turistas o descuidados sin otro objetivo más que CHINGAR. Por no mencionar, que la hilaridad se centraba en arrojarlo a la cara y a quemarropa. Me sorprendí mucho cuando un sujeto roció a mi tía cuando salíamos del festejo por el simple hecho de que ella se detuvo para no ser bañada con la espuma de unos niños que jugaban. Casi le oí decir: "Chíngate también por mamona". MÉXICO, ¿QUÉ TE PASA? ¿DE QUÉ ESTÁS ENFERMO? ¿CON QUIEN ESTÁS TAN RESENTIDO?

México me duele, pero también en momentos como este, me avergüenza. Se me antojaba pedirle disculpas públicas sobre todo a los extranjeros por la conducta de mis paisanos.

Y sí, no me quedé con las ganas y le propiné severo bolsazo a uno de los "chistosos" que me llenaron de espuma el tímpano y la córnea. Sé que la que estaba fuera de contexto era yo y más bien, me prometí no meterme en esas honduras de nuevo. Eso no implica que deje de molestarme la visión de mi gente.

Hoy recordamos 20 años desde el devastador terremoto de 1985. Me confunde pensar en este pueblo capaz de la solidaridad más noble y al mismo tiempo, tan poco respetuoso de la comunidad. Esos mismos que armaron brigadas de rescate, que ofrecieron sus casas como albergues, que acopiaron miles de víveres para damnificados, son los que hoy despotrican del gobierno pero asisten a un evento con un resentimiento profundo. Y entonces, qué importa el chiquero que dejan en la calle, "que lo recoja el gobierno", "que para eso le pagamos". NO, no le pagamos para que reconstruya nuestra devastación, y NO podemos exigirle más a un gobierno con el que NO participamos.

Y todo se convierte en un círculo vicioso en el que el mexicano siempre lleva la posición ventajosa. En eso se centra la conducta, en cómo sacar más provecho de cosa, persona o animal sin hacer ningún esfuerzo. Compramos piratería, damos mordida, aceptamos la corrupción, permitimos las transas. Porque el gobierno debería esto o aquello; porque siempre la culpa la tiene alguien más, Estados Unidos, el colonialismo español o Salinas de Gortari, según nos convenga.

No puedo, lo sé, cambiar al mundo. Ni siquiera puedo a veces, cambiar mis propias conductas. Aún así, me desespera mucho la mentalidad de nuestros mexicanitos y mexicanitas. Intento por mi parte, no colaborar con todo lo que desapruebo y tratar de pasar este mensaje a quienes me rodean. Y como decía Jesús, sin otorgarme rol redentor, "el que tenga oídos que escuche",

Ya puedo oir a mis compatriotas alegando con la boca chueca: "El que no transa no avanza", "Aplica la Ley de Herodes: te chingas o te jodes", "La corrupción no se va a acabar", "Si no le entras a la corrupción, no se mueve nada", etc. Todos los pretextos ñoños que ponen para no cambiar porque les conviene el status quo.

Hoy me voy a dormir y voy a soñar con un México de amigos, colaboradores y equipos. Soñaré con gente que se apoya para subir y que nunca más jalará al hoyo a quien destaque por sus méritos. Dormiré creyendo que algún día miraré a los ojos a otros mexicanos y no pensaremos ya que la única manera de salir adelante es aprovecharse del prójimo.

Llámenme idealista. No dejaré de soñar y de intentar.

México, creo en ti (a pesar de todo)

martes, 13 de septiembre de 2005

Sacar la basura

El camión de la basura, se rumora, circula diario por el rumbo. Nosotros lo cachamos apenas una vez a la semana. A veces pasa temprano y otras puede pasar cerca del medio día. Es un horror que se acumule la basura. Apesta, las moscas nos persiguen.

Tirar la basura es un alivio. Deshechos que nadie quiere, restos de cosas servibles que ahora son inútiles. Sacar la basura jamás duele. No te sientas a llorar porque eso ya no sirve.

El dolor, la tristeza y el enojo son basura que se me acumula y hiede. Necesito tirar mi basura emocional y no encuentro el camión recolector que quiera llevarse de una buena vez todo lo que ya no quiero.

Liberar no debería ser difícil. Debería ser equivalente justamente a cerrar una gran bolsa de basura y dejar que se vaya para siempre.