Una tesis, por lo menos siempre lo es, creo yo. La historia dice así.
Episodio 1
E desde semestres antes había amenazado con hacer una tesis. Ahora no es requisito, porque hay otras formas de titulación, pero E decidió que eso era lo que quería. Así que se inscribió al seminario de casos y comenzó su tesis con un asesor externo a la materia. Hace un par de semanas entregó su engargolado, y como buena chismosa, lo primero que leí fueron las dedicatorias.
Agradecía a personas con su nombre de pila, sin mencionar la relación que los unía. Amigos quizá, familia. Algún nombre que conocía, pero lo que me llamó la atención fue la dedicatoria a su novia. Las palabras eran breves y frías. Más breves que aquellas que le dedicaba a otras personas que yo suponía menos importantes. Mi primera suposición es que seguramente habían tronado, pero lo segundo que vino a mí fue enojo. P había sido su novia durante toda la carrera, incluso lo había seguido a un intercambio. ¿Cómo era posible que aún si hubieran tronado, no la considerara tan importante como para dedicarle más palabras? Me ardí. Me pareció poco considerado, quizá soberbio. Me quedé con la duda y con el recelo.
Episodio 2
P se presenta a su propio examen, sola. Él no apareció y ella decidió además no invitar a nadie. Confirmaba entonces mis sospechas sobre su rompimiento. A principios del semestre aún se les veía juntos, y luego conforme pasaban los días ya no.
Episodio 3
E se presenta a su examen. Yo hago un rápido escaneo entre la audiencia a ver si ella está ahí. No, no estaba. Respiré entonces. Así que mis preguntas iban menos hacia la tesis, y mucho más a todas las provocaciones que la tesis dejaba abiertas. Mientras leí el trabajo noté que sus ejemplos iban de manera recurrente al tema de la pareja y particularmente al tema sexual. Suspicacia.
Durante su réplica, mencionó de nuevo el tema. No sé si atino, pero alcanzo a leer entre líneas que una de sus preocupaciones sobre la pareja era la (im)posibilidad de comunicar ciertas cosas. Claro, en términos teóricos, psicoanálisis, marxismo, alienación, bla bla bla. Y su ejemplo parecía darme la clave de cuál había sido el motivo del rompimiento: una persona le confiesa a la otra que le gusta una tercera. No sé si le dijo simplemente "me gusta", o "tuve sexo", o "me gustaría tener sexo con", pero parece que ahí está algo del asunto.
Sin embargo, dice E que cree que la posibilidad de superar la incomunicación es a través del verdadero amor por el otro. Yo no puedo más que coincidir y encuentro que quizá esta sea la conclusión más importante a la que puede llegar.
El siguiente miembro del jurado comienza su interrogatorio preguntándole sobre el camino que recorrió para llegar hasta el autor y el libro objeto de la tesis. Creo que la pregunta era sobre la reflexión y los autores, pero E pone los brazos sobre la mesa, toma una respiración profunda, baja la mirada, hace una pausa dramática y luego confiesa. El detonador de la tesis fue una experiencia personal, en la que se topa frente a otra persona, se topa con que debía haber reprimido, decidió no reprimir en un ánimo sumamente ideologizado. Todo me revelaba que E llegó a este tema por el rompimiento con P.
Me gustó saberlo, lo sentí más humano, lo sentí frágil incluso.
Episodio 4
Con todas las de a ley, E mandó imprimir su tesis en pasta dura. No pudimos leer esa versión terminada porque apenas la tuvimos hoy entre las manos. Cuando estaba por simplemente pasarlo por alto, volví a revisar la dedicatoria: estaba diferente. Y lo perdoné (como si le importara, jajaja, ya sé). "A P por el motivo de la tesis, por la enseñanza y por el amor". Gracias, mi alma descansó.
Moraleja
Creo que la elaboración de la tesis o de cualquier investigación siempre tiene tintes personales, mucho más en las ciencias sociales y humanidades. Siempre es algo de nosotros mismos, que se revela, que se descubre, que se busca. Se me antoja más sabrosa la motivación personal, la vivencia que anima a escribir y a preguntarse sobre el mundo.
Creo también en el tema personal y severas discusiones he tenido al respecto, que el uso de la información es delicado, mucho más cuando se habla de la pareja. Héctor neceaba que había que decir la verdad a ultranza. Yo digo que la verdad brutal no sirve para nada. El problema no es sobre la veracidad de la información, sino sobre los efectos, las motivaciones y la utilidad de la comunicación. Que no se entienda utilidad en términos utillitaristas, me refiero sobre todo al "para qué" comunicamos.
Ideologizados como vivimos y convencidos del predominio de la razón, vivimos muchas veces en nuestra cabeza, sin conectar realmente con el otro y con sus sentimientos. No defiendo la mentira, el engaño, ni la omisión, pero tampoco defiendo la total transparencia de la información. Quizá E, pensaba que la información debía ser dicha, tanto como un statement existencial. Yo creo que eso es pecar de ingenuidad.
Para bien o para mal, las reglas ya estaban ahí cuando irrumpimos en el mundo. Claro que hay que hacer conciencia y análisis crítico, pero no por ello el mundo se ajusta a nuestros debrayes filosóficos. Si transgredimos las normas, concientemente, podemos esperar sanciones sociales. El problema no es la sanción, sino pensar que sólo porque encontramos buenos argumentos transgresores podremos salir impunes frente a ello.
Pero más allá de las reglas, y justo volviendo al amor (tema de mi propia tesis) creo que las palabras amorosas debían primeramente pensar en el otro. Por el amor que profesamos, mirar al otro nos obliga a vigilar nuestras palabras. No porque haya que censurar, sino porque hay que cuidar. Cuidarle el corazón y la conciencia al otro, al que amamos. E mencionó la honestidad, yo también la prefiero y la promuevo, pero siempre a reserva de que la honestidad no sea lastimosa, porque en ese caso, la honestidad es una navaja afilada.
Por otro lado y decían muy bien luego mis colegas maestrazas Norma y Diana, porque también las personas tenemos derecho a la intimidad y podemos (y debemos) callar cosas frente al otro. Porque creo yo, hay un espacio reservado que no contamos de nosotros mismos, de nuestras motivaciones y nuestras percepciones. Creo también que eso no implica una censura opresiva, sino un derecho a guardar información que puede traer consecuencias indeseables. Me recuerda aquel capítulo de Dr. House en el que el paciente se enferma de falta de censura. Hay un daño en su cerebro que le impide filtrar sus palabras, y dice unas cosas atroces que lastiman a su familia. El paciente decide arriesgar su vida con tal de curarse, porque sabe que decirlo todo lo llevará a la total soledad. Eso no implica que no ame a su familia, queda claro en la trama que sí. El problema es que no podemos ir por la vida simplemente diciendo todo como viene a los labios.
Somos unos con otros y unos para otros. Si olvidamos que somos en este sentido, podemos perder la dimensión del efecto de las palabras. Decir, para mí, siempre es personal.