jueves, 22 de febrero de 2007

Uñas largas

Se me hace tan asqueroso que los hombres se dejen las uñas largas. Hace unos días, en el programa Punto de Partida de Denise Maerker vi la entrevista a Rodrigo Morales, consejero del IFE. ¡OOOOOOH, my dog, tenía las uñitas largas! Guacalaaaaaaaaa.

También mi maestro de canto tiene uñita crecida y cuando toca su piano eléctrico, se genera un sonido parecido al de las secretarias en los teclados. Horror.

Hombres: no, NUNCA, bajo ninguna circunstancia, se dejen crecer las uñas. Apenas que eso se ve bien en las chicas.

Amanecer sin dios (hacia la adolescencia de la humanidad)

ADVERTENCIA: SI USTED ES CREYENTE, ESPERO NO LE OFENDA ESTE POST.

En una charla con Norma y Lucía, surgió el tema (y todo por qué discutíamos el cierre definitivo del limbo). ¿Qué pasaría si un día te despiertas y no hay dios? Lucía es profundamente católica. No dogmática ni fanática, pero muy creyente. Norma es quizá más religiosa, pero no es católica, ni profesa alguna religión en particular.

Una de las lineas que discutíamos tiene que ver con el poco desarrollo que tenemos como humanidad. Y no me vengan con que nos hemos desarrollado tanto porque tenemos satélites, celulares y trasplantes de corazón. A final de cuentas seguimos siendo los mismos seres humanos con más herramientas. El avance tecnológico parece no habernos modificado de manera sustancial. Seguimos haciendo guerras, matándonos entre nosotros, no nos entendemos unos a otros, ni nos entendemos a nosotros mismos. Como humanidad, seguimos siendo niños pequeños. Alrededor de 7 mil años no representan el menor cambio en nuestra llamada "naturaleza humana".

Nos sorprende revisar la historia y percatarnos de cuan parecidos somos a los humanos de civilizaciones que parecen alejadas en el tiempo. En realidad, siguiendo la idea del calendario cósmico de Carl Sagan, somos una infinitésima parte del universo. Toda la historia humana se reduce al último segundo, del último minuto, de la última hora, del último día, del último mes. O como dice José Alfredo, la vida no vale nada.

La niñez de la humanidad se ha caracterizado por creer en mitologías. Algunas se convirtieron en religiones. Y así nos hemos pasado milenios explicando con argumentos mágicos lo que no entendemos. Las religiones son, a mi parecer, más que otra cosa sistemas morales. Creo que han sido eficaces para lograr cierta civilidad y mínimas reglas de convivencia. Castigos divinos, cielo, infierno, juicio final, espera del mesías, vida eterna, la gloria, etc. Promesas ulteriores de castigo o recompensa a los actos terrenales. Formas simplonas de regular seres humanos. Conciencias que a su escasa madurez prefieren una regla de dios, que una reflexión seria.

Pero, ¿no es tiempo de que ya crezcamos mínimamente a la adolescencia? Y la adolescencia implicaría el cuestionamiento de los dogmas, la rebeldía ante todo lo impuesto y antiguo. Implicaría dejar de creer en lo que te han dicho y buscar tu propia identidad. Implicaría, entonces, despertar un día sin dios. No hay más mitos, no hay nada afuera, ni arriba. No hay a quién culpar, ni a quién rogar. No hay nada más que tú, tu mísera humanidad, tus circunstancias y tus consecuencias.

Quedarse sin dios sería lo mejor que podría pasarle a la humanidad. Pero siendo tan pueriles como somos, queremos que nos siga protegiendo Papá Dios, queremos garantizar que nos perdonará por nuestras idioteces, queremos aún creer en cuentos de hadas. Aceptar que sólo es esto, que no hay más que esta vida, que sólo hay un cuerpo, que no hay ningún vigilante ni amoroso ni rencoroso mirándonos. En realidad, no hay un ser supremo allá arriba que nos cuide, que haga justicia, que te quiera por siempre, que te herede una parcela de cielo. ¿Qué pasa si no hay dios?

Supongo que a los creyentes les parecerá impensable. Vaya, ni siquiera aceptarían hacer el ejercicio, como una mera suposición chaira. Porque para empezar, dudar de dios es de por sí blasfemia, pecado y grosería. ¿Cómo atrevernos a dudar de su existencia? No vaya a ser que de veras exista y me oiga pensar y me caiga el rayo de su furia vengadora. Pero ese dios ni siquiera es dios, es más parecido a nosotros. No lo digo yo apenas; ya lo habían dicho mínimamente Schopenhauer y Nietzsche, por mencionar a los más famosos.

Si un día despertáramos sin dios, quizá tendríamos necesidad de empezar a preguntarnos qué diablos hacemos aquí, cuál es nuestro papel en todo el sinsentido que parece la vida. Quizá empezaríamos a responsabilizarnos por nuestros actos, porque no habrá más justicia, ni más recompensa en ningún lugar. Quizá nos replantearíamos la identidad humana para por fin decir quiénes somos, no por quienes fuimos ni por lo que otros han dicho o hecho.

Sin embargo, pienso que este no puede ser un proceso colectivo. Deberá siempre ser un camino personal. Si creemos lo que dicen otros, por muy liberado de dios que suene, seguiremos siendo los mismos infantes creyendo cuentos. Norma afirma que hoy no somos solamente niños, sino chamacos malcriados. Voluntariosos, egoístas, caprichosos, y niños a fin de cuentas.

Vivir sin dios no es más reconfortante. No puedes pensar que alguien allá arriba (o lejos, o donde sea) tiene un plan para ti que no comprendes y que te ama. No puedes creer que algún día te dejará entrar en su reino de bendiciones. No puedes pensar que hay más vida después de esta. No puedes pensar que la justicia se hará al final de los tiempos. No puedes pensar que te ayudará y te hará milagros. No puedes sentir que tu desgracia es su designio y su misteriosa forma de ponerte a prueba.

Vivir sin dios en cambio te otorga posibilidades. Puedes hacer de tu vida lo que gustes, al fin que no hay nada escrito. Puedes asumir las consecuencias de tus actos, sin rendirle cuentas a nadie. Puedes encontrar en este mundo las razones para estar vivo, en personas, en momentos, en vivencias; en fin, en elementos tangibles y comprobables, aunque claro, falibles. Puedes disfrutar más esta vida, este instante, sabiendo que no hubo ni habrá más.

La adolescencia de la humanidad por lo que veo hoy se antoja lejana. Seguimos ocupados en convencer al otro de que mi dios es más bueno que el tuyo. Seguimos siendo gobernados por personas que transgreden en el nombre de su dios. Seguimos pensando que "gracias a Dios", "hay un Dios que todo lo ve", "Dios quiso", "Dios mediante", "Si Dios quiere", "Dios dirá". Seguimos siendo primitivos e idólatras. Changuitos venerando altares de plátanos.

Aún somos tan niños, tan humanos, demasiado humanos..

martes, 6 de febrero de 2007

Malgastar mis palabras en Apocalypto

La película es tan mala que ni siquiera debería tomarme la molestia de hablar sobre ella. Seré breve.

La historia central es bastante pobre. Los personajes guangos. El supuesto héroe no es más que un sobreviviente con suerte. La violencia y la sangre, completamente gratuitas. El escenario maya, un mal pretexto.

No vale la pena, por todos los errores históricos e icónicos (Kukulkán con cara de Quetzalcóatl de Teotihuacán), pero sobre todo no vale la pena porque es aburrida y sin chiste.