viernes, 20 de marzo de 2009

Pijamas y boda en Monterrey

La fiesta de Pijamas & Almohadas de mi cumple se puede decir que fue un éxito, pero uno bastante breve. Ahora me doy cuenta de verdad cuántos años cumplo, cuando los asistentes se van antes de las 2 de la mañana porque ya no aguantan nada. La mayoría, muy lindos, asistieron enpijamados y muy listos para competir en las categorías de premiación. Hicimos sólo una guerra de almohadazos de la que desafortunadamente no tengo fotos. Norma grabó el momento, pero no tengo acceso a ello aún. Nadie se puso estúpido, debo confesar. O por lo menos, no mientras yo los tuve a la vista. Les comparto algunas fotos aquí.

Pijamas & Almohadas
Las categorías de pijamas y los ganadores quedaron así:
- Calientita: Lucía
-Elegante: El Chayo
- Jodida: Norma
- Fashion: Katya
- Ñe: Elmaik
- Infantil: Vero
- Sexy: Paty (no se sabe cuál de sus personalidades)
- Matapasiones: Susy
- Sucia: Meche

Fueron galardonados con El Gansito del Amor, que no sólo era un gran premio de cariño sino que además era comestible.


Después de que todos se fueron, yo me quedé alrededor de 2 horas limpiando todo. Así que: NO VUELVO A ORGANIZAR UNA FIESTA. Gracias a todos, estuvo poca madre, pero no lo vuelvo a hacer. Y creo que agradecerán que no siga inventando tonteras y obligándolos a seguirme la corriente. El próximo año festejaré mi cumpleaños como adulto mayor.


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El fin pasado fuimos a la esperada boda en Monterrey. Perfumes había comprado ya los boletos (a muy buen precio por cierto) para salir el viernes, ¡tempranísimo! Resulta que un banco de niebla en mero aeropuerto nos impidió la salida por más de una hora.

La boda de Ale en Mty
La boda de Ale, hermana de Perfu era el sábado. La casa estaba tranquila el viernes, pero el sábado todo fue trajín, gente entrando y saliendo, olor a spray, y tandas de gente comiendo en la cocina.

Para mí, la gran novedad del evento, fue presenciar cómo es la casa de la novia. No tengo hermanas y no me ha tocado que mis cuatachotas se casen y mucho menos estar en su casa el mero día (Chicas, ya pónganse las pilas, jeje). La verdad es que para sorpresa de todos nosotros, Ale estaba incólume. Ella tranquila, nosotros nerviosos. Nadie estaba tan sereno como ella. Perfu y Pay, declararon estado de guerra de damas dionor' desde la noche anterior, así que cualquier diferencia se programaba aclarar en la carpeta roja de la Iglesia. Al final, muy damas ellas, se contuvieron las ganas de protagonizar un escándalo.

Justo los días que estuvimos en aquella ciudad el clima enfrió y llovió. El mero día hacía mucho frío y lloviznaba incesantemente. Eso sí, nosotras no perdimos el estilo, ya que se habían tardado horas en peinarnos y maquillarnos. Pero durante buena parte del evento no pudimos lucir las carnes. Andábamos muy tapadas con abrigos. Lástima.

Y conocí a un personaje increíble. Algunas amigas de la novia, aunque no fueron damas oficiales decidieron vestirse con la misma tela. En las fotos encontrarán a todo el cortejo, el real y el fake. La madre de una de ellas era un ser impresionante. Ella se asume como Barbie, se viste como quinceañera y se comporta como puberta. Cuenta la leyenda que coloca un conjunto de peluches en un sillón para que sean su público cuando quiere dar sus conciertos privados. Entonces, toma un micro, pone música y a cantar se ha dicho. Le preocupa mucho su figura, que ha esculpido con varias cirugías y muchas dietas. Evidentemente, no creció, es como el síndrome de Peter Pan femenino. Por un lado, me da horror y por el otro me parece hilarante y casi admirable.

Me di cuenta también que las chicas de Monterrey hablan como Gloria Trevi. Bueno, ya sé, más bien al revés. Así hablan todas las chicas y la Trevi las representa. Al principio, juré que era imitación, hasta que caí en la cuenta de que así se estila. Hasta hacen los mismos gestos, qué impresión.

Como yastamos viejitas, no salimos el viernes a antrear y tampoco la seguimos el sábado después de la boda. No cabe duda que los años no pasan en balde.

El domingo fuimos al MARCO a ver una exposición de Pixar. Claro que sabemos que las películas requieren de grandes esfuerzos para su realización, pero no es sino hasta que nos muestran los procesos que descubrimos todo el arte que implican. Y debido a mis años, debo quejarme amargamente de los chingados niños y sus padres en los museos. Yo no sé por que no atan a sus fierecillas. Los mugrosos escuincles se acercaban a las obras como si estuvieran ciegos y sus padres retrasados mentales. ¡Qué alguien los eduque, por favor! Y de pronto, una de esas familias de entes me hizo la tarde. Una pantalla que mostraba una imagen que cambiaba de colores, el chiquillo le indica al padre el asunto y el padre dice:
- Sí, cambia de color cuando lo ves...

¡Cosita! ¡Te lo comes! El pensamiento mágico a todo su esplendor. O sea, no vayan a pensar que la imagen cambia sola, nooooo. Cambia cuando la miras. Ay, qué preciosos.

Luego fuimos a comer a un restaurante muy requetenais y requetecaro, el 40 West. Afortunadamente, el consorte de la Perfu se ofreció a invitarnos. Ya me veía yo desembolsando la renta de los próximos dos meses y empeñando las joyas de mi madre (porque obvio yo no tengo más que pulseras jipis). Es un lugar de carnes añejadas, que han de saber que se conservan con un proceso muy especial de añejamiento que el restaurante recomienda "no se intente en casa". Nos bebimos 3 botellas de tinto y comimos unos deliciosos cortes.


Para terminar la noche del domingo, ya en casa de la Perfu Mom, me quedé viendo una peli: Click con Adam Sandler. La premisa es genial, pero la ejecución es más bien mala. Acaba siendo moralista, previniendo a la gente de cuán malo es abandonar a la familia por el trabajo. ¡Como si la gente no lo supiera! Y al final de todos modos, prefieren su trabajo, porque la supervivencia de sus familias depende de ello. Creo que luego dedicaré otro post al tema. Por lo pronto, simplemente pensé en cuántas posibilidades cómicas les daba la premisa del control remoto de la vida y cuán desaprovechadas quedaron.

Mi gran pesar del fin de semana fue no ir al concierto de Radiohead. Supriman sus burlas y sus presunciones, porque puedo ponerme sumamente violenta.

Luego, otra vez, avión y Defe. Y llegando me esperaba la comida de cumpleaños del abuelo. Hogar, dulce hogar. Defe, sweet & sour.

Confieso: Los aviones me ponen nerviosa y me cansan.

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Y una última noticia: YA TENEMOS CONSULTORIO. Pronto, más detalles y la invitación a que se atiendan sus pesares.

domingo, 1 de marzo de 2009

La nueva maternidad

Algunas de mis amigas cercanas tienen mascotas como yo. Amamos a los animales y los procuramos como personas. Para nosotras las treintañeras, sin embargo, las mascotas son mucho más que eso. En los últimos días escucho comentarios como:
- No puedo dejar a mi bebé solo.
- Mi madre me lo cuida cuando no estoy.
- Me acompaña a todos lados.
- Tengo que quedarme en casa, porque mi bebé está enfermo.

Stop. Sí, sigo hablando de mascotas, no de hijos. Y ahí está el detalle, como dice nuestro Cantinflas. Y al mejor estilo de Carrie Bradshaw, no puedo dejar de preguntarme: ¿Será que el amor por las mascotas es la nueva maternidad?

A falta de las circunstancias ideales para tener hijos, quizá las mujeres urbanas de hoy estamos sustituyendo el amor maternal por el amor a los animales. Como una especie de sublimación, políticamente correcta, funcional y moralmente encomiable (y claro, económicamente sustentable).

Para quienes han tenido mascotas desde niños, sabrán que la relación no es la de un hijo. Para los niños, las mascotas son en primer lugar, compañeros de juego. En muchos casos, los padres utilizan el recurso mascotil para generar responsabilidad y compromiso en sus retoños.

Pero, ¿qué son para nosotras, "mujeres modernas", las mascotas? Les hablamos con lenguaje infantil ("cotita petiota bebetito hemotzo"), les cumplimos caprichos, les atribuimos emociones humanas, los queremos pegados, queremos llevarlos a pasear. Y por otro lado, es una suerte que todas estas atrocidades las hagamos con una mascota. No me imagino los monstruos que haríamos si fuera con seres humanos.

Dicen que el llamado de la maternidad es muy fuerte. A quienes preferimos decir no al tema, muchos nos alegan que el instinto es inevitable y que tarde o temprano caeremos en sus garras. ¿Qué tal que nos estamos librando a la fuerza, transfiriendo el instinto a nuestros perros y gatos? ¿O será que es la antesala?

Quizá es una forma de no quedarnos solas, frente al desencanto de las relaciones amorosas. Si se acaba el cuento del parasiempre, si las relaciones son volátiles, si los hijos se vuelven ingratos, queda el recurso de la nobleza y lealtad eterna de los animales. Claro que también se mueren y se enferman y reaccionan, pero no hay que darles tantas explicaciones, ni pagar colegiaturas, ni lidiar con su educación más allá del lugar donde defecan. No nos juzgan, no increpan. Son todo amor incondicional.

¿Y qué dice eso de nuestra capacidad de compromiso? ¿Son los animales nuestro huida del compromiso de la maternidad? Porque evidentemente tener un perro no es equivalente a tener un crío. Las implicaciones de tener un hijo no son ni siquiera comparables.

Yo puedo tener dos gatos. No importa quién sea el padre. De hecho, no hay tal, en términos simbólicos. Sólo yo soy su madre y punto. No hay que lidiar con otro ser humano, ni pedir pensión alimenticia, ni compartir la custodia. Nadie opinará sobre su educación, su vestimenta o su lenguaje. Tener un hijo también representa la capacidad de negociar con el otro que colabora en la procreación. Tener mascotas, en cambio, no acepta regateos ni sugerencias.

Pero la verdad, es que mis gatos no son mis hijos. Ninguna de nuestras mascotas lo es. Son animales que comparten espacio con nosotros, que tenemos a nuestro cuidado porque así lo decidimos, que queremos en una forma especial, pero que de ningún modo pueden suplir la maternidad.

Así que nos hemos vuelto unas ñoras mamonas, sobreprotectoras y neuróticas con los pobres animales. Confiriéndoles calidad de hijos solemos ser ridículas hasta la náusea. Todo lo que NO haríamos con un niño, porque ya hay muchos estudios que nos dicen el daño que causamos, lo hacemos con las mascotas. Al final, el riesgo es mínimo. No creo que la Inchi se convierta en serial killer, o el Babas se vuelva un alcóholico inadaptado social. Así que, no importa, mimamos y asfixiamos a nuestros animales como una Elvira posmoderna (Elvira, esa, la de los Tiny Tunes, que decía amar a los animales pero cada vez que tenía uno cerca lo estrujaba casi hasta la muerte).

Las mascotas tienen ahora la enorme carga de llenar nuestros vacíos de cariño. Pobrecitas criaturas a las que les exigimos que nos den todo el amor que nos falta. Y, bueno, también los hijos a veces tenemos esa carga, más las expectativas, las herencias, las exigencias, las imposiciones, etc.

Alguna vez escuché de boca de una madre soltera: Mi hijo no puede tener novias, la única novia soy yo. (Ojo saltón con tic, convulsión inmediata). Así que, bueno, menos mal que no seremos nocivas para la humanidad entera. Sólo seremos ridículas y tendremos mascotas mimadas. Hablaremos en nuestras reuniones de la última gracia que hicieron nuestras criaturitas, de sus nuevos outfits, de sus paseos por el parque, de sus ronroneos y amasamientos, hablaremos en lenguaje felino o canino (¡mrrrñau!) y esperaremos, como buenas ilusionadas mujeres posmodernas, que un caballero galante llegue a nuestras vidas amándonos a nosotras y a nuestros hijos.