jueves, 13 de noviembre de 2008

Medicina Cuántica

Hoy fui a mi primera sesión de medicina cuántica. En realidad, hoy fue el diagnóstico y mi primer tratamiento. ¿Qué es la medicina cuántica? La verdad no he acabado de comprender todo el tema. Entiendo que trabaja a través de la energía, equilibrando aquellos flujos que se encuentren justo en desequilibrio. La medicina cuántica es sobre todo preventiva, pero también es curativa.

¿De qué trata? Te sientas en un sillón cómodo y te conectan unas cintas en los tobillos, las muñecas y la cabeza. Te conectan pues a una máquina y en una computadora se van revelando los resultados. Así de simple. Luego te dan feedback con energía a través de esas mismas cintas. Para más información pueden consultar la página de Quantum L.I.F.E.

La experiencia cercana que conozco es una amiga a la que le detectaron tumores en senos y matriz. No revelaré su nombre y no es importante. Lo que sí es importante es su experiencia. Ella no creía en este tipo de medicina. Su formación siempre la había llevado a tratamientos alópatas. Gracias a un pariente cercano empezó el tratamiento con medicina cuántica. Adivinen qué: pues sí, se curó. Después del tratamiento fue nuevamente a hacerse los análisis y los tumores habían desaparecido. Ahora su doctora manda a sus pacientes el tratamiento cuántico.

La verdad es que no se siente casi nada. Yo sentí en algunos momentos franjas de calor en ciertos puntos del cuerpo, pero generalmente no sientes nada. La energía actúa a niveles no perceptibles, pero funciona. Quizá si nos platicaran de todos los casos que se han curado, acabaríamos sumamente sorprendidos. A mí me basta con escuchar a mi amiga curada. Sé de su mente rigurosa, de su escepticismo y su gran capacidad intelectual. Confío en su testimonio, pues.

Para mí, fue una cosa más a probar. Para ponerme bien, estoy dispuesta a hacer lo necesario. Creo en la prevención, y por eso hago las cosas necesarias para no acabar en un hospital en la medida de lo posible. Personalmente, me parece que algunos métodos alópatas son sumamente invasivos y agresivos, y mientras pueda, evitaré someterme a ellos. No desconfío de la medicina alópata, debo confesar. Simplemente, me parece que está incompleta, porque sólo mira al cuerpo como una maquinaria de reloj y creo que los seres humanos somos mucho más complejos.

Mi reflexión de hoy tiene que ver con la actitud con la que enfrentamos la enfermedad. En el libro de La Enfermedad como Camino de T. Dethlefsen & R. Dahlke, nos invitan a pensar en las enfermedades como expresión de estados de la psique. Cada órgano representa un asunto psíquico. En este sentido, la enfermedad nos pone frente a los ojos aquello a lo que no le hemos puesto atención en nuestro interior y aquello que debemos resolver. Una vez que se ha mostrado debemos decidir cómo enfrentarlo.

He ahí que creo que la medicina alópata atiende síntomas manifiestos y la medicina cuántica (y otras terapias alternativas) atienden las causas invisibles. Las dos sirven, a mi modo de ver. Sólo que atienen distintos niveles. Me da la impresión que las terapias alternativas implican un mayor compromiso y trabajo con uno mismo, mientras que la medicina alópata resuelve el problema desde fuera sin ningún control, ayuda, ni esfuerzo del enfermo. El enfermo es justamente un "paciente", que así, pacientemente, espera a que lo curen con algo externo. Frente a este método, yo siempre me he sentido impotente. Como si un destino ineludible me fuera a alcanzar y yo no pudiera hacer más que ser "paciente". Y luego, cuando ya no hay respuestas, nos dicen que es genético y fin de las preguntas y respuestas.

A lo mejor porque soy una loca controladora, o una renegada del sino, pero yo prefiero hacerlo de otro modo. Por supuesto, a cada quien le funcionan métodos distintos. Los caminos para todos nosotros son diferentes y cada quien debe elegir el que mejor le acomode. Debo confesar que cada vez que he elegido este modo, siempre el camino ha sido mucho más sinuoso. Me ha confrontado con asuntos que no había querido ver y que por supuesto, duelen. Así, justo como duele el cuerpo.

Alguna vez lo platicaba con la Ardilla sobre personas queridas que tomaron decisiones importantes frente a sus enfermedades. Al final, uno enfrenta la enfermedad del mismo exacto modo como enfrenta el resto de las cosas de la vida. Y nos va la vida en ello, tanto en nuestras decisiones cotidianas como en nuestras batallas por la salud. A veces, nos cuesta la vida. A veces, la libramos.

Durante mucho tiempo, yo cuestioné el modo en que mi padre había enfrentado su enfermedad, decisión que le costó la vida, por cierto. Luego entendí que simplemente hizo lo que pudo. Incluso, he llegado a pensar que su decisión de operarse era un recurso último, una forma de poner un ultimátum a su dolencia. Sólo cabían dos posibilidades: curarse o morirse. Y mi padre estaba dispuesto a morir con tal de no seguir como estaba. Así de grande, supongo era su dolor. Y no sólo su dolor de cuerpo, sino su dolor interno. No importa cuánto le hubiéramos insistido para que tomara otras opciones. Sólo él tenía la decisión al respecto. Su decisión fue esa, porque también así había decidido vivir.

A partir de ese momento, decidí que yo no quería vivir así para no morir así. Uno no sabe cuándo le llegará la hora. Puede ser en cualquier momento. Los accidentes, como el avionazo reciente, nos prueban que la vida no está asegurada. Por más que yo me cuide cualquier día me cae el meteorito maligno y zas, se acabó. Pero lo que esté en mi mano, al menos sí puedo hacerlo, para que la vida sea vida y no un remedo. Al menos, para seguir aprendiendo y seguir creciendo, sé que estoy dispuesta a trabajar por mi bienestar. Ese es mi compromiso con mi felicidad.

Les tendré informados sobre mis avances en el tratamiento. (En realidad, me dieron un diagnóstico bastante favorable y me reiteraron los asuntos emocionales que debo resolver, pero no le aunque).

ACTUALIZACIÓN
Ya que me han pedido los datos, aquí se los paso para quienes quieran entrarle.

Actualización junio 2009
Pues ya no les paso los datos anteriores, porque ahora que yo estoy en el asunto, les paso los datos de nuestro consultorio.
Ixcateopan # 81, Entre Eje 6 y Matías Romero, Col. Narvarte, México, D.F.
Tels. 56046876 y 56055459

Y pueden revisar más sobre el asunto en el link de Cuántum Med Narvarte que encontrarán del lado derecho.

martes, 11 de noviembre de 2008

Sólo quiero reír

Vuelve al ataque 31 minutos. Estos son los chascarros o bloopers, como le dicen en gringolandia (y también aquí).




Momentos cumbre de este video:
- El regreso del Pelo Suelto
- El proto Tulio
- El traje de comida
- La imitación de Miriam Hernández (" y también hago un tren")
- El jefe que imita al Miedoso
- Los accidentes de Freddy Turbina
- El chiste de Huachimingo
- La queja de la espalda de Bodoque

Soy tan fan.

Y luego, como nos dimos una sesión hace unos días y resultó enloquecidamente hilarante, les comparto al mismísimo Sammy y a Miguel Luis, joyas de la conducción de nuestra televisión mexicana.


Por si se quedan picados, hay un montón de estos dos seres en you tube. Pero para resumir su sabiduría, esta es la cereza del pastel.



Por favor, colaboren con los videos más chistosos que conozcan. Girls just wanna have fun!

viernes, 7 de noviembre de 2008

Pelos de gato y babas de perro

Con el tiempo, ciertamente, he ido entendiendo por qué era tan problemático tener mascotas en casa de mi madre. La verdad es que a menos de que ames a los animales, no puedes entender ciertas cosas.

Yo no podía entender que mi madre regalara a mis mascotas. No soy el único caso en el mundo. Seguro hay muchos a los que les tocó que les regalaran al perro, el conejo, el hámster, etc. No soy madre y por eso tampoco entiendo la lógica desde esos ojos, pero sí sé que a nosotros que disfrutamos tanto con la compañía de los animales, nos duele mucho separarnos de ellos. Una de las mayores dichas que tengo ahora que vivo sola, son justamente mis dos gatos.

Norma, por ejemplo, a quien no le gustan las mascotas, me ha dicho que también los poseedores de mascotas a veces somos sumamente ridículos. La verdad es que sí es cierto. Ahora que se han puesto de moda, por ejemplo, los chihuahueños (¿Fue Paris Hilton la culpable?), podemos ver a las chicas cargando su perro en una bolsita muy cukis y el perrito vestido de hada, Chanel, o de lo que mejor convenga a la fashion. Queremos estar pegados con nuestras mascotas todo el tiempo, los acariciamos sin cesar, dormimos abrazados de ellos.

Insisto, el asunto es que a quien no le apasionan no podría entender cómo esto es posible. Midori y yo, por ejemplo, vivimos entre pelos de gato. Ahora, ella también tiene un perro, así que hay que agregarle las babas. A pesar de todos los sacrificios que a veces tenemos que hacer por ellos, todo se compensa cuando se podemos acariciarlos. Perfu, que antes parecía no querer mascotas, es la más protectora con su gatita persa Federica. No se diga la Ardilla con el puñalín de Purr y ahora ya tiene a Rona. (No nos conformamos con uno).

Estos últimos días, mis gatos me han hecho enojar mucho. Llevan dos semanas despertándome al amanecer. Como reloj despertador, unos minutos antes de que amanezca enloquecen. Hoy, de plano, tuve que sacarlos de mi cuarto. Claro, chillaron como poseídos hasta que tuve que abrirles la puerta. Los dos, ya calmados, se subieron a la cama a dormir. La Inchi, corrió a mis brazos y el Babas a mis pies. Y nuevamente, todo tenía sentido. Nos apapachamos y fuimos felices.

El asunto es que aquí nuevamente estamos hablando en frecuencias distintas los amantes de los animales con los detractores de las mascotas. Para nosotros, dormir con nuestras criaturas es un placer, es reconfortante, es un privilegio. Para los contrarios, es una ridiculez y una molestia. Los pelos de gato, por ejemplo, vuelan por todos lados. Yo ya estoy acostumbrada, pero a muchos les parece una asquerosidad.

¿Cómo conciliamos unos con otros? En el caso de mi madre, por ejemplo, no había negociación. Yo tengo ahora mis gatos en mi casa, y ella vive sin mascotas en la suya. Santo remedio. Pero, ¿Qué pasa con las parejas, cuando uno de ellos, ama los animales y el otro no? Por que al final, estamos hablando de lo que te configura, de lo que te hace ser quien eres y de lo que te da placer en la vida. El asunto de los animales, por supuesto, sólo es uno de los temas. ¿Qué pasa cuando a uno le gusta bailar, o escalar, o caminar, o lo que sea, y al otro no? ¿Es válido suprimir el gusto del otro en aras de mi propia comodidad? ¿Es válido reprimir nuestro propio placer en aras de conservar al otro?

Cuando me salí de casa de mi madre, uno de sus reproches era: Me cambiaste por un gato. La verdad es que ese gato por el que me salí ni siquiera lo conservé. Y la verdad es que el gato era lo de menos. Las razones por las que era inminente mi salida tenían otras causas mucho más profundas. Pero entiendo que a sus ojos, fuera un asunto completamente desproporcionado. ¿Cómo es posible que si no puedes tener un gato prefieras vivir en otra casa? ¿Cómo es posible que quieras más a un gato que a tu propia madre? (Léase con cara de Lagarto, es decir de Doña Márgara Francisca). Repito que la situación no era esa, pues, pero el asunto es que para alguien que no ama a las mascotas, el tema es completamente ininteligible. No hay ni siquiera punto de comparación entre el amor por otro ser humano y el amor por un animal. La conexión es distinta, por supuesto. Pero creo que sí amamos a nuestros queridos animales y el vínculo, que en parte es sumamente maternal (o paternal) es muy particular. Los animales, nos brindan felicidad con su compañía. Es difícil describir el vínculo, sólo puedes entenderlo si lo sientes, si los amas, si tienes mascotas. (Creo que así como dicen: no puedes entenderlo hasta que eres madre, o cosas así).

Como otras veces, en estos temas, me declaro incompetente para dar soluciones. Yo me declaro feliz hoy por la posibilidad de dormir con mis gatotes y ronronear en coro.

El cumple de Pucca

Ya le mandé una canción de cumpleaños, pero para completar el festejo de Pucca y como sé que le divierten como a mí estas cosas, aquí va otra canción muy ridícula. (Imagíname bailando igual que estos chiquillos del video, por favor)

Abrazos a mi querida Pucca. Te sigo extrañando un chorro. Abrazos apretados.

martes, 4 de noviembre de 2008

Gatos que hablan

Mis gatos no se hablan. No tienen necesidad, en general. Cuando se muerden expresan el dolor de la mordida con un maullido. Cuando la Inchi se siente amenazada, bufa y maulla grave, que es la señal para alejar al otro. Pero en la cotidianidad no necesitan decirse nada. La comida, las caricias, la compañía me la piden a mí. Así que, a mí, sí me hablan y mucho. De hecho, a veces me atarantan. La Inchi es la más platicadora y escandalosa, maulla fuerte para que la acompañe a comer, para que le sirva comida o agua, para que le abra la puerta, para que le haga caso. El Babas, en cambio, maulla mucho menos por comida y mucho más por caricias. Hace un sonido leve (como un mrrr a veces sin abrir la boca).

¿Los animales tienen lenguaje? Me preguntaba esto cuando encontré este par de videos en you tube. El primero es de unos famosos gatitos que se hablan uno al otro y el segundo es la traducción de esa plática. Me dio mucha risa, Espero lo disfruten.