martes, 20 de septiembre de 2005

No le encuentro gusto a despertar

Me gusta estar despierta. Me fascina dormir. No me gusta despertar.

Ese último minuto en que transcurro del sueño a la vigilia me provoca serios conflictos. Siempre he afirmado que me cuesta mucho trabajo despertar temprano, pero es mentira: me cuesta despertar en cualquier momento del día. Prefiero seguir durmiendo, como decía Emmanuel.

Hoy pensando en eso, llegué a la siguiente conclusión. Si mi madre siempre se ha despertado de malas, entonces despertar siempre ha sido un tormento para la familia. Si cada mañana había un pleito, ¿quién querría despertar?

Mi familia siempre ha dicho que soy ave nocturna y parece que me la creí. En efecto, mi lucidez se incrementa proporcionalmente al ocultamiento del sol. Me gusta la noche, me gusta desvelarme. Pero ¿en qué medida no son más que hábitos sin ninguna relación con mi supuesta esencia, si es que hay tal? A final de cuentas, nuestra personalidad está conformada por un cúmulo de experiencias que la moldean. Así pues, puede ser que yo no fuera noctámbula sino que fuera habituándome a vivir de noche por algunas circunstancias. Luego a fuerza de repetición me creí el cuento.

Salir de las costumbres y abandonar los viejos hábitos parece una tarea más que épica, casi imposible. Una vida entera haciendo las mismas cosas, queriendo a las mismas personas, relacionándome del mismo modo, durmiendo y despertando en la misma posición. El cambio de paradigma implica hoy desapegarme de las costumbres añejas y dar paso a nuevas actividades.

Probablemente tengo que desacostumbrarme a sufrir. Por que claro que es una costumbre y se ha convertido en una forma de vivir, de asumir el mundo, de afrontar la existencia. ¿Cómo le aclaro a mis neuronas que era simplemente una conducta aprendida, pero prescindible?

Hoy puedo despertar a un día luminoso sin gritos ni enojos. El día ilumina mi ventana sin cortinas y puedo respirar libre. Lo que sucederá después es completamente mi elección, sin imposiciones, sin reclamos, sin órdenes. Hoy despertar puede ser lo mejor que me suceda y la certeza de que todo en adelante es posible. Despertar, abrir los ojos, mirar la luz, sentir calor, respirar profundo, vislumbrar futuros, concentrarme en la sensación de estar viva un día más.

Hoy quiero que despertar sepa a mole poblano, a cielo abierto, a sonrisa sincera. Hoy quiero que abrir los ojos me recuerde las palabras de mis amigos, las abrazos de la familia que me resta, las notas de la música que disfruto, la emoción loca de un beso, el sabor del vino tinto.

Hoy quiero despertar después de un letargo de más de veinte años. Hoy quiero salir de la noche oscura de la tristeza y el dolor para mirar como sale el sol de la alegría y la paz.

Despertar... ¡DESPERTAR!

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