domingo, 1 de marzo de 2009

La nueva maternidad

Algunas de mis amigas cercanas tienen mascotas como yo. Amamos a los animales y los procuramos como personas. Para nosotras las treintañeras, sin embargo, las mascotas son mucho más que eso. En los últimos días escucho comentarios como:
- No puedo dejar a mi bebé solo.
- Mi madre me lo cuida cuando no estoy.
- Me acompaña a todos lados.
- Tengo que quedarme en casa, porque mi bebé está enfermo.

Stop. Sí, sigo hablando de mascotas, no de hijos. Y ahí está el detalle, como dice nuestro Cantinflas. Y al mejor estilo de Carrie Bradshaw, no puedo dejar de preguntarme: ¿Será que el amor por las mascotas es la nueva maternidad?

A falta de las circunstancias ideales para tener hijos, quizá las mujeres urbanas de hoy estamos sustituyendo el amor maternal por el amor a los animales. Como una especie de sublimación, políticamente correcta, funcional y moralmente encomiable (y claro, económicamente sustentable).

Para quienes han tenido mascotas desde niños, sabrán que la relación no es la de un hijo. Para los niños, las mascotas son en primer lugar, compañeros de juego. En muchos casos, los padres utilizan el recurso mascotil para generar responsabilidad y compromiso en sus retoños.

Pero, ¿qué son para nosotras, "mujeres modernas", las mascotas? Les hablamos con lenguaje infantil ("cotita petiota bebetito hemotzo"), les cumplimos caprichos, les atribuimos emociones humanas, los queremos pegados, queremos llevarlos a pasear. Y por otro lado, es una suerte que todas estas atrocidades las hagamos con una mascota. No me imagino los monstruos que haríamos si fuera con seres humanos.

Dicen que el llamado de la maternidad es muy fuerte. A quienes preferimos decir no al tema, muchos nos alegan que el instinto es inevitable y que tarde o temprano caeremos en sus garras. ¿Qué tal que nos estamos librando a la fuerza, transfiriendo el instinto a nuestros perros y gatos? ¿O será que es la antesala?

Quizá es una forma de no quedarnos solas, frente al desencanto de las relaciones amorosas. Si se acaba el cuento del parasiempre, si las relaciones son volátiles, si los hijos se vuelven ingratos, queda el recurso de la nobleza y lealtad eterna de los animales. Claro que también se mueren y se enferman y reaccionan, pero no hay que darles tantas explicaciones, ni pagar colegiaturas, ni lidiar con su educación más allá del lugar donde defecan. No nos juzgan, no increpan. Son todo amor incondicional.

¿Y qué dice eso de nuestra capacidad de compromiso? ¿Son los animales nuestro huida del compromiso de la maternidad? Porque evidentemente tener un perro no es equivalente a tener un crío. Las implicaciones de tener un hijo no son ni siquiera comparables.

Yo puedo tener dos gatos. No importa quién sea el padre. De hecho, no hay tal, en términos simbólicos. Sólo yo soy su madre y punto. No hay que lidiar con otro ser humano, ni pedir pensión alimenticia, ni compartir la custodia. Nadie opinará sobre su educación, su vestimenta o su lenguaje. Tener un hijo también representa la capacidad de negociar con el otro que colabora en la procreación. Tener mascotas, en cambio, no acepta regateos ni sugerencias.

Pero la verdad, es que mis gatos no son mis hijos. Ninguna de nuestras mascotas lo es. Son animales que comparten espacio con nosotros, que tenemos a nuestro cuidado porque así lo decidimos, que queremos en una forma especial, pero que de ningún modo pueden suplir la maternidad.

Así que nos hemos vuelto unas ñoras mamonas, sobreprotectoras y neuróticas con los pobres animales. Confiriéndoles calidad de hijos solemos ser ridículas hasta la náusea. Todo lo que NO haríamos con un niño, porque ya hay muchos estudios que nos dicen el daño que causamos, lo hacemos con las mascotas. Al final, el riesgo es mínimo. No creo que la Inchi se convierta en serial killer, o el Babas se vuelva un alcóholico inadaptado social. Así que, no importa, mimamos y asfixiamos a nuestros animales como una Elvira posmoderna (Elvira, esa, la de los Tiny Tunes, que decía amar a los animales pero cada vez que tenía uno cerca lo estrujaba casi hasta la muerte).

Las mascotas tienen ahora la enorme carga de llenar nuestros vacíos de cariño. Pobrecitas criaturas a las que les exigimos que nos den todo el amor que nos falta. Y, bueno, también los hijos a veces tenemos esa carga, más las expectativas, las herencias, las exigencias, las imposiciones, etc.

Alguna vez escuché de boca de una madre soltera: Mi hijo no puede tener novias, la única novia soy yo. (Ojo saltón con tic, convulsión inmediata). Así que, bueno, menos mal que no seremos nocivas para la humanidad entera. Sólo seremos ridículas y tendremos mascotas mimadas. Hablaremos en nuestras reuniones de la última gracia que hicieron nuestras criaturitas, de sus nuevos outfits, de sus paseos por el parque, de sus ronroneos y amasamientos, hablaremos en lenguaje felino o canino (¡mrrrñau!) y esperaremos, como buenas ilusionadas mujeres posmodernas, que un caballero galante llegue a nuestras vidas amándonos a nosotras y a nuestros hijos.

8 comentarios:

Brenda Bejar dijo...

¿Cómo se adapta este fenómeno a las veinteañeras? ¿Maternidad temprana?

Anónimo dijo...

en efecto, el amor hacia nuestras mascotas es la mejor manera de transferir una maternidad que hemos decidido no ejercer sobre ningun ser humano... y bendito sea tu dios que no le da alas a los alacranes, porque como bien dijo mi ex marido, yo le llenaria la cabeza de mierda a un hijo...seguro!!!! asi la princesa Federika es la unica mimada y ridiculamente consentida y ademas su terapia cuesta mucho menos que la mia.

Anónimo dijo...

Que la inchi no sea una serial killer tengo mis dudas eh! y por favoooooooooooor el babas es inadaptado social!

ujule cukita, ya estas como las tipicas mamas que no ven que clase de alimaña es su criaturita jajaja

No subestimes el poder de la negación...

Adriana

Anónimo dijo...

uuyyy, yo soy mega culpable jaja pero lo mejor es que me vale madres jejejeje

Titotitocapotito dijo...

Por partes. Me intriga el sentimiento de culpa por abanderar el nuevo prototipo de mujer en los treinta con gatos, soltera e independiente, sin hijos. Pero, aclaro, he tenido mascotas desde niña y siempre, siempre he jugado el rol de mamá con ellos. Las mascotas no son sólo para jugar con ellas, también son compañía y aprendizaje. El papel de madre castrense sólo se da con los animales. De eso se trata, de mimarlos, consentirlos, volverlos incapaces de estar sin nosotros por mero egoísmo. Pero no creo que eso excluya las ganas de tener hijos y tampoco creo que sea un signo de nuestra mala maternidad. Como ejemplo, el hijo de mi vecina le reclama a gritos "Por qué no me tratas como a tu gato" y otro más, mi madre en todos los años de mi adolescencia nunca se levantó a prepararme no se diga un desayuno, un jugo! y en cambio, cuando tuvo un gato que necesitaba biberón, se levantó todas las madrugadas por UN año entero para alimentar a su gato. No tengo hijos pero cuando mi mamá viene a visitarme, trae cosas sabrosas para mis gatos y les dice, "Vengan, la abuela les trajo una sorpresa"

Titotitocapotito dijo...

Lo que si está cabrón es conseguir un novio listo, guapo, inteligente, generoso, buen mozo, querendón, con ganas de estar con uno y que además no sea alérgico a los gatos. Por si fuera poco, que esté dispuesto a dormir en una cama donde duermen tres. Eso si está cabrón.

Ricardo Otero dijo...

Mi abuela lo definió con una mítica frase:

"Las mujeres mientras menos hijos quieren, más amor tienen por los animales".

Anónimo dijo...

Hace unos meses platicaba con una compañera de la Uni, que en aquellos hermosos tiempos juraba y perjuraba nunca casarse y mucho menos tener hijos. Pero la vida es un papalote, como lo dijera la Directora de un importante Museo interactivo para niños; ahora esta mujer esta felizmente casada con un hombre que ni era su prototipo y con una hija. Ahora su argumento es que las mujeres nacen con un chip maternal y que la forma de sacar ese estimulo sin necesidad de tener hijos es con una mascota en casa.

Lo que si me queda claro, es otra amiga que no quiere tener hijos, posee una linda mascota en casa, no obstante cuando estabamos en la Universidad decia "yo jamas tendria una mascota"