martes, 28 de julio de 2009

Instantáneas de un domingo en Chapultepec

Ya va la gente caminando desde el metro que también es el paradero de “la micro”. Los ojos se te van entre puestos de ropa que es barata y se parece a la de las tiendas, tacos de canasta y el puesto de cámaras fotográficas de a $60 pesos.
Trajimos a los niños pa que conozcan y pa que puedan jugar a la pelota. Y las tres de allá vienen juntas y traen comida porque hoy no pudieron ver a los muchachos que tienen guardia. Mareas humanas. Y la bonita foto con el Barni o también arriba de un caballo bastante despintado, eso sí la foto le viene con un marquito verde de cartón.

Un par de jóvenes con chaleco fosforescente recomiendan por megáfono: no alimente a los animales del bosque. Nadie los oye. Y ahí están los héroes gigantes que salen en tu libro de texto de la primaria o algo así. Pero ahí no se puede pasar, mejor vamos a que te pinten tu carita la vas a querer de mariposa y tú ya deja de llorar que te vamos a pintar del espaiderman.

Un camino largo que parece no terminar de puestos que ofrecen chicharrones aguas bromas y artesanías falsas quizá hechas en China. Corre un muchacho moreno con una franja bien güera en medio de la cabeza y te ofrece quesadillas. Ahí están los puestos junto a un lago verde y te sirven hot dogs de a 3x15. Se sienta la señora con los niños, varios, y el señor con bigote y panza sonríe.

Se acaban los gritos que exigen ventas y comienza el bosque. El señor la hace de portero mientras su señora chuta una pelota pequeña y su niño ríe enloquecidamente sin saber por qué. Un atlético extranjero todo disfrazado de ciclista pasea con sus hijos muy güeritos de verdad. A lo lejos música en bocinas estruendosas. Se va perdiendo el sonido y la gente se va espaciando.

Tres señoras caminan con su blanco y su rojo. Cintas rojizas en frente y cintura, ropa blanca. Quizá vienen de meditar, quizá sólo quieren aparentar. Vestidas de new age, parecen flotar. No miran a nadie, sólo transitan. No se quedan, más bien ya se van.

En los espacios de pasto se acuestan los adolescentes a retozar. Parece que se van a tragar de tantos besos, pero luego viene el juego de manos que es de villanos. Ella se deja llevar y él astutamente le pasa una pierna encima.

Cuatro muchachas vestidas de colores pastel se sientan a comer pollo rostizado. Luego dos muchachos sonrientes se tiran al suelo y se abrazan sin mayor prejuicio. Uno de ellos lleva lentes y parece mucho menor que el otro. El amor no tiene edad ni género.

Una familia se asienta en un monte de pasto. El bebe toma mamila, los chicos juegan pelota y carreras encima de otras personas. El bosque es de todos.

Un grupo de adolescentes se junta alrededor de un árbol. Sólo hay una chica con ellos. Cargan unas grandes espadas. Tardan demasiado en prepararse. Parece que es menos importante la práctica pero ya cómprate el plei 3 para que me invites a jugar a tu casa, güey.

Un par de locos abrazan árboles. Él lo hace de manera varonil. Ella parece abrazar una botarga. Corren las ardillas por el pasto y un señor señala a su hijo ‘ira, una ardilla, como si dijera ‘ira, un extraterrestre.

Ahora se ha organizado un partido de fut. Ya se han hecho equipos que incluyen miembros de todas las edades. Eso no se vale, me hizo falta y ahí no es la portería, era de este árbol pa’llá. En un árbol torcido que jamás su tronco endereza, se sientan esa chiquilla de pelo negro largo y el chiquillo un poco panzón con cabello igual de negro hasta las orejas. Chocan las palmas de las manos en un juego que no se saben. Callan, chocan palmas, él le acaricia el pelo, ríen, callan. Y atrás de ellos, otros adolescentes hacen un cliché. Se besan apasionadamente, se persiguen por entre los árboles. Ella se deja alcanzar y se resiste al siguiente beso. Luego él corre y ella finge no poder seguirlo. Toma un palo largo y le golpea el trasero suavemente, esperando que él la castigue nuevamente con un beso.
Una ardilla con cola rala corre de un lado a otro. Luego encuentra un buen espacio entre dos árboles y entierra algo vigilando que nadie se acerque. Corre de nuevo. Dos chicos con pantalones guangos encienden un cigarro y tiran la cajetilla al pasto. Una chica los mira y los odia. Ellos no la notan.

Dos treintones tirados en el pasto dormitan. Se levantan de encima del jorongo al que se habían abandonado. Se abrazan y pronto terminan besándose. Nadie los mira, excepto la ardilla que guarda celosamente su comida tesoro y corre.

Van pasando las horas y la gente se va disipando. Las abejas rondan los basureros y asustan a los niños. Una chica se deja abrazar por un hombre varonil que se niega a hacer giros juveniles. El bosque se va quedando atrás, pero un beso se ha quedado en la piel.

1 comentario:

RЄĐ dijo...

Eso me gusta de la vida, azarosos dias con azarosas combinaciones. :)