lunes, 21 de agosto de 2006

Árbol de corcho

Imagina un árbol con una corteza suave y acolchonada. Un árbol que estuviera recubierto de hojas de libro antiguo ya muy gastadas, carcomidas en sus esquinas por el daño del tiempo. Ese árbol habita un sueño donde abrazas su tronco y sientes que es la almohada que guarda tus noches.

Imagina tocarlo. Es aterciopelado y amable. Es enorme pero no amenazante. De sus ramas altas deja caer hacia abajo hojas, que terminan en flores y semillas. Un racimo de semillas alargado. Una punta con flores parecidas al diente de león que asemejan una caída de estrellas.

Ese árbol existe. Está en Cuernavaca y le llaman el Árbol del Corcho, aunque no estoy segura que sea precisamente la variedad de la que se obtiene dicho material comercial. Es irreal. No creerías que sería posible en esta realidad, pero es. ¡Qué experiencia tan magnífica!

A media noche en plena fiesta visitamos esos árboles en una calle curveada de Cuerna. No podíamos hace más que acariciarlos y abrazarlos. Irremediablemente, te encariñas con un ser tan apapachable.

Gracias, Clau y Bea

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aun en sueños el crujir de otros arboles se transforma en en la suave caricia del arbol del corcho, toca la emoción de la niña de la que eres huésped.

Y en mis sueños, junto a ese árbol, ahí estas.