viernes, 22 de diciembre de 2006

El imperio Lucas

Hoy que reviso el Episodio 3 de la nueva trilogía de Star Wars, noto algo nuevo: su carga ideológica. Mucho se ha hablado de los mensajes propagandísticos dentro del cine hollywoodense. No es ni siquiera un tema oculto sino bastante manifiesto en la producción gringa. No es casualidad que su cine de acción contemple como archienemigos a países enteros personificados en terroristas barbados. Ayer, durante la Guerra Fría, eran los rusos. Hoy es casi cualquier extranjero. Al parecer la posición bushista se ha traslapado también a la producción de medios, en el sentido de que “aquel que no está conmigo está contra mí” y siguiendo esa línea, aquel que no sea gringo es su enemigo. Árabes, cubanos, eslovacos, colombianos, mexicanos, talibanes; lo que sea sirve. ( Y es que como hay gente maldita y psicótica fuera de Estados Unidos, ¿no?)

La saga de Star Wars en su primera edición, se parecía más a una obra épica o acaso a un western espacial. El personaje al que dimos seguimiento era Luke Skywalker en su rol heroico, tratando de salvar a la galaxia del Lado Oscuro de La Fuerza. Paradójicamente, su enemigo es su propio padre, Darth Vader. Casi como una tragedia griega, donde el Moira o destino se impone irremediablemente para los personajes, escrito desde mucho antes de sus propias existencias por algunos dioses perversos.

En recientes fechas, justo a raíz de la proyección del capítulo I, II y III, me vi forzada a replantear la historia. George Lucas siempre dijo que tenía pensados estos capítulos aunque a nosotros nos haya filmado primero los subsecuentes. ¿En qué medida verdaderamente tenía la historia armada o sólo un esqueleto de guión que hasta ahora tomó forma? Según su versión, la historia siempre se centró en Anakin Skywalker, quien se convierte al lado oscuro para encarnar a Darth Vader.

Que me perdone el universo pero aún con esta nueva información yo sigo viendo los episodios IV a VI como la historia de Luke. Sobre todo, creo que personalmente me gusta más quedarme con esa idea después de mi decepción con las nuevas películas.

Recuerdo que las referencias políticas eran mucho menores en la primera trilogía. En primer plano teníamos la mística de La Fuerza y de sus vertientes luminosa y oscura. El tema de la democracia y el Senado no eran de primordial importancia. La lucha era incluso mucho más maniquea y sin matices: el bien contra el mal.

Ahora George Lucas abandera de una manera mucho más férrea los ideales de la democracia representativa, aún cuando al final del Episodio III más bien se consolida un imperio tiránico. Sin embargo, Lucas intenta suavizar la ambición de poder en Palpatine tanto como en Anakin al otorgarles motivos de peso en el guión para que crean (o creamos) que están actuando de la mejor manera para el universo entero.

¿Cuándo es que George Lucas deja de hablar del lado oscuro para hablarnos de su propio país? ¿Cuándo el creador se ve rebasado por sus propias creencias en su expresión artística? ¿Quién era George Lucas en la primera saga y quién es cuando filma la segunda?

En muy buena medida, el director y guionista es la vez sus personajes. En cierto sentido tanto Luke como Anakin representan el Alter Ego de Lucas en dos momentos muy distintos de su propia vida y de su contexto histórico. Cuando se filmó La Guerra de las Galaxias todavía no contábamos con la cantidad de efectos especiales que creamos tan fácilmente en una computadora el día de hoy. Lucas tuvo que inventar un sinfín de recursos para plasmar en el filme mundos y espacios imaginados. En ese entonces, Lucas no era un reconocido director, ni mucho menos una leyenda. En ese tiempo, Lucas se parecía más a su personaje central: un solitario aguerrido luchando contra el gran imperio de producción cinematográfica que probablemente estaba en manos de fuerzas muy oscuras. Y seguramente sigue hasta ahora.

La decisión de filmar el Episodio IV en lugar de los tres anteriores suena más bien a una identificación personal con el guión. Lucas quería ser el héroe que derrotara al Imperio para instaurar un nuevo orden de paz, en donde pudiera caber la diversidad. Derrocar el estado paralizante de un imperio totalitario y rígido para dar voz a todos los mundos, ya sea de pachones osos enanos, androides cómicos, moluscos parlantes o simples mortales. La Alianza, es decir, la unidad de la diversidad, es la que a final de cuentas consigue la victoria.

Gracias a la primera trilogía, George Lucas se convirtió en archimillonario, generando además miles de objetos alrededor de Star Wars, como muñecos articulados, disfraces o libros ilustrados, entre muchos otros. Alentó a verdaderos fanáticos y coleccionistas en el mundo entero. Las generaciones nacidas en las década de los setenta y ochenta crecimos con el referente obligado a La Guerra de las Galaxias. Luego, Lucas monopolizó la industria de los efectos especiales y creó Industrial Light & Magic y patentó el famoso sonido THX, autoreferenciando el nombre a una película de ciencia ficción de su autoría muy poco conocida.

Y entonces, Lucas se transformó de pronto en el líder de un gran imperio cinematográfico. Ahora era Darth Vader. Así, ya no es tan malo ser tirano porque hay una razón noble en el fondo y una reminiscencia de humanidad detrás de la máscara negra que respira dificultosamente. Justo como hoy en su país, su propio gobernante puede defender el discurso democrático y terminar imponiéndolo de manera opresiva. Si Lucas empieza a explicar a Anakin, es porque se ha encariñado ya con este modo de pensamiento. Porque hoy día ya no podría atacar su propio lifestyle. De un modo implícito justifica a su país, a su empresa y a todos sus compañeros.

Ahora todo se trata de conseguir matizar a Anakin a toda costa. Tres películas enteritas sólo para decirnos que no es gratuita el ansia de poder y que es sumamente comprensible que un ser pueda volverse un déspota. ¿De quién está hablando ahora Lucas: de sí mismo o de Bush (padre o hijo)? Quizá Lucas era optimista y soñó con que el hijo reivindicaría al padre, tal como sucede en sus películas. Que alguien, por favor, le explique la diferencia entre la realidad y la ciencia ficción. La primera, ya lo han dicho hasta la saciedad, siempre supera a la segunda.

¿Qué más puede hacer Lucas que abogar por su personaje cuando él se encuentra a Vader frente al espejo? “Sí, soy monopólico, tirano y autoritario, pero tenía buenas intenciones, se los juro”, parece decirnos. “Alguna vez fui un idealista y soñador, alguna vez fui bueno y generoso, pero la burra no era arisca, recuerden que la hicieron a palos”.

La estrategia utilizada por el Senador Palpatine nos refiere en todo momento al modo de operar de los Estados Unidos en sus intervenciones mundiales. Arman una guerrilla inicialmente aliada para después combatirla y demostrar su justicia universal. El conde Dooku lidera una tropa contraria a la República y el Senado, que en realidad sólo legitima la creación de un ejército oficial que más tarde será el aparato de defensa del Emperador. Todo suena empalagosamente gringo. La economía de guerra llevada hasta sus últimas consecuencias: La Guerra de las Galaxias. Para este momento, las seis películas no son más que la apología del imperialismo estadounidense.

La Guerra de las Galaxias, Episodios I al VI, nos habla en todo momento del ejercicio del poder. ¿Qué diferencia a los Jedi de los Sith? Sólo un casi imperceptible viso cualitativo. Ambos se proclaman como los depositarios de la verdad, ambos son guerreros vigorosos, ambos defienden un régimen. La fina línea que los separa se localiza en el modo de hacer valer su dogma. Los Jedi adoctrinan para perpetuarse; los Sith aniquilan para legitimarse. Lucas parece decirnos al final del día, que quizá el camino pacífico sea más encomiable, pero el camino de la violencia seguramente será más eficaz y definitivo.

Supongo entonces, en una aproximación pretenciosamente psicoanalítica, que el momento histórico y personal en que George Lucas filma la primera saga o la segunda no es en ningún sentido, una coincidencia, sino más bien una proyección involuntaria y que como tal, nos dice más de la realidad presente que de la historia original en su cabeza.

2 comentarios:

RedSpiral dijo...

Lucas se volvio al lado oscuro jajaja.

La verdad tienes razon, aun asi creo que los que seguimos la saga y somos poquito mas productivos pensantes y debrayados podemos tomar el argumento y ponernos a pensar, a filtrarlo, y no que nos guste la carga de mierda (alucino episodio 1). Pensemos que Star Wars ya no es propiedad de Lucas sino que a fin de cuentas todos somos el dueño de lo detonado por las peliculas o cosas que vemos. Me gusta pensar en un Anakin que se corrompio, a un Palpatine eternamente exquisito, un yoda que es mas que un muppet y esas cosas. Lucas solo lo interpreto a su modo. Sus personajes lo superaron a el, pero nuestro espiritu starwarsesco se prende a pesar de la realizacion y la incongruencia de Lucas.

Te amo!

Jorge Hill dijo...

La verdad nunca he sido fan fan de la saga, me gusta y hasta ahí. Las últimas tres no me gustan para nada y todo el rollo político que hay detrás de ellas me parece, como bien dices, una vomitada de las cosas que Lucas trae atoradas y que es absolutamente innecesario para la trama de las precuelas. De hecho tampoco encuentro gran coherencia en la corrupción de Annakin, consecuencia directa de que nunca ha sido la historia de Vader en realidad, y de que dudo mucho, muchísimo, que esos guiones y esa historia realmente hayan existido desde antes como el mismo Lucas y los fanboys de Lucas juran y perjuran, solo se necesita ver como están pegoteadas y forzadas las cosas políticas, las batallas, las guerras y la manera en la que se cruzan los caminos de los personajes.

En fin, no soy fan... :P, tan chidas pa dominguear.