lunes, 5 de noviembre de 2007

El apendejamiento en el transporte público

¿Por qué? Yo me pregunto constantemente por qué. ¿Por qué la gente en el transporte público parece que entra en estado catatónico con imbecilidad crónica?

A ver, ya en serio. Yo tengo una hipótesis. Tengo la impresión de que en México tenemos una escasa cultura de respeto por el otro. Tenemos la maldita cultura de "chingar". El que es bien chingón, es ventajoso y se "chinga" al otro. El otro no debe pasar, ni obtener nada que yo no obtenga, y menos antes que yo. Enaltecimiento del valor de la envidia: lo que tú tienes me duele.

En fin, que para muestra basta un botón. En España, la gente deja un espacio en las escaleras eléctricas. Es decir, si no quieres caminar y quieres permanecer parado en las escaleras mientras te transportan al otro lado, puedes hacerlo, siempre y cuando dejes un espacio para que camine aquel que tenga prisa. ¡Claaaaaaaro! Eso es conciencia de la comunidad.

Aquí, ni se diga, que en las horas pico, a alguien se le ocurre bloquear las escaleras del metro y se hace un gran embudo, por el que nadie puede pasar. Y seguro los muy tercos pensarán: "Pos si quiere ir rápido, que corra por las escaleras fijas". Ash. Claro, claro, claro, entiendo que esto también tiene que ver con que las prácticas del metro son esas y que no se han puesto señalamientos o se han promovido por parte de las autoridades otras prácticas.

Y luego, a ver, quién entiende a la gente que con su baba destilada se queda cerca de las puertas de salida cuando tiene un montón de espacio para moverse. No sólo se queda ahí, sino que aunque vea que la gente quiere bajar, ¡NO SE MUEVE! Como dice mi abuelita, creen que la carne de burro es transparente, chingao. ¡QUÍTENSE!

Qué decir de los que van a cruzar el semáforo del metrobús, y como si no supieran las dimensiones de su cuerpo, ni las condiciones básicas de caminar, chocan contigo porque no miran para adelante.

Luego, me pregunto qué pasa con las señoras que se suben y nomás no pueden decidir dónde sentarse. Entonces, corren al lugar de adelante a aperrarse, pero cuando llegan deciden que quieren el de atrás, y ya sentadas, vuelven a decidir que quieren sentarse junto a la puerta trasera y se vuelven a cambiar. Pus chingao, ni que fuera tan difícil. ¡Vaya, ni que fueran asientos del cine!

Y los pinches chamaquillos granosos hormonoicos que se suben con una puta mochilota en la espalda como si cargaran piedras del monte y jamás se la descuelgan. Por supuesto, en el camino se van descontando a cuanta persona se atraviese y además ocupan un chingo de espacio, no dejan pasar a nadie y no cabe más gente.

A ver, que alguien me explique esto. Te acercas a la puerta del pesero. Hay un ser que parece enamorado del tubo de cuan abrazado está a él. Le pides que toque el timbre, porque no lo alcanzas si obviamente este ser lo obstaculiza. En este país, y en otros también, cuando uno toca el timbre, significa que baja en la siguiente esquina o parada. Pero este ser no lo entiendo y NO SE QUITA. Porque seguro uno va tocando los timbres por la vida, para hacer melodías peseriles o para siscar al conductor. ¿POR QUE CHINGADOS NO SE MUEVEN SI YA SABEN QUE TE VAS A BAJAR? A ver.

Norma nos agrega la siguiente: El chofer de pesero nunca oye a la primera.
Pasajero: Uno al metro
Chofer: ¿A dónde?
Pasajero: Al metro, por favor
Chofer: Ah, son 3 pesos.

Pero la conversación podría modificarse en su primera línea por cualquier otra cosa, como quiera el chofer sólo escucharía a la segunda, después de que él pregunte, que es cuando decide poner atención.
Pasajero: Al huerto
Chofer: ¿A dónde?
Pasajero: Al metro, por favor

Pasajero: Tú tuerto
Chofer: ¿A dónde?
Pasajero: Al metro, por favor

Y así...

No falta el cabron o cabrona que está esperando en el andén o calle y quiere subir. El vehículo está retacado y otras personas quieren apearse. Los letreros dicen "Antes de entrar, permita salir". ¿Y qué hace? En cuanto se abre la puerta se avienta como tacle a ver si puede anotar un touchdown por tierra. ¡A ver, GENTE, esperen a que uno baje, putamadre!

Y los choferes que luego te gritan que te recorras, cuando casi ni respiras y se encabronan los muy pendejos. Si quieres subir más gente, pinche chofer, compra un bus más grande. Si no, como dice el rey de España, ¿por qué no te callas?

Ash. Ya me voy y me voy en transporte público.

Lo que me queda decir, es que paso rebuenos momentos observando y escuchando a las personas, aprendo de música que no me gusta y locutores que jamás escucharía, miro modas inéditas, encuentro personajes novelescos, compro objetos de calidad que "salen a la venta" (de dónde "salen" es un misterio), golosinas y suave goma de mascar, analizo publicidad impresa, alabo altares al América y en fin, sí me deleito con el surrealismo urbano.

Para muestra basta un botón: Imagen capturada en un pesero. Analícese con atención.


De todos modos, ¡no mamen, ya edúquense, gente!

5 comentarios:

Jorge Hill dijo...

Yo por ahí tenía un post dedicado a esto, algo así como "Psicópata de closet", pero hasta parece ahora el título como algún tipo de profecía autocumplidora no? jaja, bueno en fin... que lo que yo llamo "estorbos humanos" está cabrón, es un hecho que en un país como este, en una ciudad como esta a la gente en general les importa un pito tu necesidad, tu espacio o lo que sea, que no sea el "de ellos", locura institucionalizada y generalizada, se puede pasar por encima de lo que sea con tal de que sea uno el que salga más "librado" del pedo general... pffff.... ni pedo, yo la neta si intento no ser un estorbo para los demás o que mis actos no tengan como consecuencia secundario o terciaria joder a alguien más o llevármelo entre las patas... me dicen idealista o tonto por eso, pero yo sé que es lo correcto, ni pedo, al final me quedo yo contento con mi mi mi mismo, es lo que importa no?

tssss, adobo!

Sólo Héctor dijo...

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En los autobuses que van a mi casa se presenta un fenómeno interesante, las mujeres, en especial mayores de 35 años siempre quieren ir hasta enfrente, de preferencia detrás del chofer. Cuando en la terminal se suben al camón y no encuentran mas que los lugares de hasta atrás vacíos, se amuelan y se sientan en donde puedan. Pero en el primer pasajero de más enfrente que se baje, ¡se aperran el lugar y van escalando de uno en uno hasta llegar a olerle los flatos al chofer!

¿Porqué demonios hacen esto? Es algo que nunca he entendido.

P.S. A mi me gusta el transporte público, me permite no manejar (aunque ni carro tengo), dormirme en el camino y apreciar la fauna urbana y todas sus subespecies.

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Milo dijo...

HICT: Jajajaja, ¿por qué hacen eso las doñas? ¿Qué beneficio encuentran? ¿A qué rito ancestral responde su conducta? Esa sí que no la había visto por mis rumbos, pero está cagada esa conducta.

Yoryi: hasta miedo me dio eso de psicópata de clóset...

Sólo Héctor dijo...

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No tengo ni la menor idea.

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Huitzilo dijo...

Que buen post... Jajaja me solto unas cuantas carcajadas. Recuerdo mis dias cuando vivia en el DF. Ahora vivo en Culiacam, y creo que me sali del defectuoso por cosas como esas.. Aunque es una ciudad tan llena de cosas buenas, pues es tan llena de contrastes... Y el transporte publico puede ser uno de ellos..
Saludos desde Culuacan... =)