domingo, 27 de septiembre de 2009

Obligada a callar

Después de cantar por largas horas, perdí la voz. Pero casi que ni así me callo, pues. El problema es que no se oye mi voz. ¡Qué desesperación! Nunca me había hecho tan conciente de lo que implica perder mi voz. Lo peor es gritar a tu máxima fuerza y que el otro no te escuche. Es todo un dilema filosófico, si lo analizas. Las pláticas más normales del mundo se convirtieron en un reto para mí. Espero recuperar pronto mi voz, esto no está divertido.

3 comentarios:

E.L.V.I.R.A. dijo...

andas con tu pizarroncito por todos lados???


ya probaste tomar caballitos de tequila, o de limon? el jugo de limon es buenisimo, aunque arde como la chingada...

Milo dijo...

Aún no ha sido necesario el pizarroncito o libreta, y espero que no lo sea (¡no me vaya a caer la maldición!)

Por ahora sólo probé con miel, a ver si funciona. Tequila no, porque me sigo y luego ya menos puedo hablar, jiji.

RЄĐ dijo...

jaaaa pero que tal el fin eh!? Valio la pena tanta cantada y desmadrito. Lo necesitabas. ;) Que se repita tanta diversion :*