martes, 12 de julio de 2005

Descarolinizar mi vida

Si Carolina es simbólicamente la causa de todas las catástrofes mundiales, entonces es tiempo de descarolinizar.

Claro, claro, que Carolina, la real, no hizo nada en mi contra. Claro, que es sólo una manera de nombrar algo que me rebasa. La idea es que Carolina significa una decisión, una sola que afecta de manera fractal al resto del universo. Así, seguramente yo misma tomé caminos inciertos que influyeron en el caos posterior. Conseguí aletear como mariposa al grado de provocar un huracán interminable. Entonces, el gato Kwan que me sacó de mi casa, el argentino Eduardo que me ofreció un trabajo, la mensa de Perfumes que me amigó con Allan, o el señor del restaurante que derramó sal sobre mí, cualquiera de ellos tiene tanta culpa como Carolina y a la vez, ninguno de ellos es culpable de nada.

No tomaré el departamento de la calle de Carolina y de eso tiene la culpa el Metrobús. Así que en última instancia, la culpa la tiene López Obrador. La buena noticia es que al parecer hay un departamento con muchas posibilidades en puerta. Está lindo, amplio y bien ubicado. Es un depa de los sesenta, calculo. Yo inmediatamente pensé en Silvia Pinal y oí bossa nova de fondo musical. La verdad, es el primer departamento del cual me enamoro.

La descarolinización de mi mundo implica clausurar la puerta a las desgracias. Comenzar una nueva etapa donde las decisiones tomen caminos de impacto positivo. Iniciar una cadena de sucesos que deriven en cimientos y edificios y no más destrucción. Necesito un poco de esperanza...

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