jueves, 25 de diciembre de 2008

El hogar y la familia

La Navidad obviamente no me puede importar menos. Descubrí con los años que la relación de las expectativas era inversamente proporcional a la diversión. Es decir, a más expectativas menos diversión. Por eso, decidí dejar de pensar en las fiestas decembrinas. No espero demasiado de ellas. La Navidad por ejemplo, me parece simplemente una reunión familiar más en el año.

Este año, como muchos otros, decidí pasarlo en casa de mis abuelos. Y esta vez tomé otra decisión importante: quedarme a dormir. Hace muchos años que no lo hacía, siendo que pasé casi toda mi infancia viviendo ahí. Mi tía Alejandra también se quedó con toda su familia.

La sensación es muy rara. En efecto, hay una parte de abrigo y de hogar, pero también estoy sumamente desacostumbrada. El show de preparnos para dormir fue el inicio. Una se malacostumbra al vivir sola. Yo duermo, como, despierto, y todo lo demás cuando quiero, sin consultar ni avisar. Ayer para dormir había que inflar un colchón en el que se quedaría mi primo Diego. Por alguna extraña razón, todos teníamos sueño y cansancio desde temprano, pero en casa de mi abuela se acostumbra recoger todo el desmadre antes de irse a acostar. Claro que eso toma entre una y dos horas. Ojos de tapete, cara derretida, aguantamos vara un rato. Luego, simplemente me puse la pijama y me dormí. Sin avisar. Mi prima Daniela me dijo que estaban esperándome para acostarse y ni siquiera se dieron cuenta que yo ya llevaba un rato babeando. Ups.

Despertar, en una casa con ruido, con movimiento, es extraño. Por supuesto, que fui la última en abrir los ojos. Toda la familia estaba ya en la cocina preparando el almuerzo. Me alisé un poco al Sindrome que llevo dentro (no quería que descubrieran mi identidad maligna) y los acompañé. Luego nos dividimos las tareas de limpieza de la cocina. Todo sonaba tan distinto a mis rutinas diarias.

Hace un rato, acabé de estar. Ya se había integrado mi tía Claudia con su familia y la tía abuela Silvia. Enough! No es que esté a disgusto, pero ya es suficiente de muchedumbre. La dosis de hogar estuvo sabrosísima pero debe llegar a término en breve, para no convertirse en asfixia. Así en una cuota moderada, se puede sobrevivir con éxito a la familia. Sabe rico, se siente bien en el alma, es el caldo de pollo para la vida. Vivirnos a diario se convertiría en una pesadilla. Necesitaba este abrazo hogareño, lo admito.

La noche en realidad, la hizo Emilio, que entre otras de sus ocurrencias, nos escogió para ser sus renos (a Alejandra y a mí). Él era Santaclós y llevaba regalos al mundo. Fuimos muy maltratadas por él, nos dio latigazos y al final, nos cortó con su cuchillo de la muerte. Es una pena que no pudiera grabar el resto de sus performances. Nos divirtió horrores. Les dejo una breve muestra de su maldad en este video.

2 comentarios:

Anónima dijo...

Me choca!! Había escrito ya tantas cosas!! y se me cerró la ·$%%&% ventana.

Conclusión. La Navidad tampoco me puede importar menos. ¿contagioso o moda?

como sea no cociné ni lavé trates. Eso (como dirían los teen tops) es GLOOOORIIIAAAA. Pero ¿eran los teen tops?

Anónimo dijo...

HEYYYYYYYYYYYYY te visitaré más.... oye ciertamente esta navidad fue como una reunión más en mi casa, pero hubo un agradable descubrimiento: No fuí reno, pero sí testigo de que a la hora de los discursos (creo que es la parte que lo hace navidad) mis sobrinos dejaron de ser niños y mi alma descansó de oir a unos grandes seres que viven y vibran la vida como tú.... En fin... por cierto hoy hay un concierto de jazz padre.. dónde andas?

Negrita...